La ONU acusa a Ruanda y Congo de financiar a los grupos rebeldes
Paradigma de la babilonia africana, la región de los Grandes Lagos ha escrito esta semana una nueva página en su conflictiva historia. El pasado viernes, Naciones Unidas dio a conocer un informe en el que se detallaba la «guerra sucia» en forma de apoyo a grupos rebeldes que, tanto Ruanda como la República Democrática del Congo, habrían gestado con la intención de dinamitar el conflicto a ambos lados de la frontera. Una realidad, que pese a ser conocida en todo el continente desde hace más de una década, nunca antes había sido denunciada por la ONU.
Por un lado, en el informe del Consejo de Seguridad se detallan «las pruebas de que el Gobierno de Ruanda colabora con el dirigente rebelde del Congreso Nacional para la Defensa del Congo (CNDP), Laurent Nkunda». Según los cinco especialistas de la ONU enviados a la región, «Ruanda es cómplice del reclutamiento de soldados, incluidos niños. De igual modo, ha facilitado la provisión de equipamientos militares a los hombres de Nkunda y el envío de fuerzas a territorio congoleño» para combatir junto a los rebeldes.
Formado en el Frente Patriótico Ruandés, partido tutsi que ha gobernado Ruanda desde hace 18 años, Nkunda se encuentra bajo el amparo del presidente ruandés, Paul Kagame. Sus tesis, basadas en contener «el genocidio que los hutus están practicando contra los tutsis», han provocado millares de muertos y desplazados en la región de Kivu Norte.
En el informe también se detallan las conexiones entre el Ejército del Congo y las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), así como el grupo paramilitar Mai-Mai. Desde Naciones Unidas se denuncia que «al menos tres comandantes del Ejército proporcionaron armamento a estos grupos rebeldes».
El FDLR es uno de los principales grupos que en 1994 orquestaron el genocidio que provocó en Ruanda la muerte de 800.000 tutsis y hutus moderados a manos de extremistas hutus. De igual modo, el progubernamental «Mai-Mai» tiene un historial plagado de destrucción al este del Congo.
Silencio internacional
Pero tras el momentáneo fracaso de las negociaciones de paz esta semana en Nairobi, el reciente informe de la ONU tan sólo es una muestra más del silencio de la comunidad internacional sobre el conflicto. En un encuentro donde la mayoría de los grupos rebeldes no estuvieron presentes, las implicaciones históricas de un conflicto cuyas raíces se extienden al fin del colonialismo de los años 60 se mostraron más poderosas que las intenciones de lograr un alto el fuego definitivo.
En apenas una década, más de 5 millones de personas han perdido la vida en el mayor enfrentamiento desde la Segunda Mundial. En sus orígenes, las conexiones entre rebeldes y gobiernos locales resultaban igual de evidentes que ahora. Diez años después, la ONU ha captado el mensaje.
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